Era apenas un niño,
tenía la costumbre de espiar por la ventana
y esperar la llegada de mi madre,
cuando percibía su silueta, corría a encontrarla,
acostumbraba a obsequiarle
una flor,no importaba la estación,
el color o si tenia algún aroma,
muchas veces fueron simples flores salvajes.
Ella siempre sonreía y estaba feliz,
olía esa flor que a veces ni fragancia tenía
y me decía:"es exquisito su aroma,
nunca percibí tan bonito perfume,
su color es inigualable". Ella, a cambio,
me regalaba un abrazo y un beso.
Así, cada día, salía a encontrarla,
llegaba de trabajar cansada,
y le concedía una bella flor,
aunque nunca fueron tan hermosa como ella,
ni tuvieron su esencia.
Mi madre no está, partió a un mejor lugar
al cielo de las madres,dicen que allí nos esperarán.
Yo sigo detrás de la cortina, cuando puedo,
ya no espero a mi madre, aguardo a mi compañera
le llevo una pequeña flor como símbolo de amor,
éstos, felices recuerdos y consejos de mi madre
que como mujer, me dio los mejores mensajes.
Siempre se cortés con las mujeres,
se un caballero, atento, no importa cuanto gastes,
lo que importa es el detalle, y para la mujer que te ame
eso será muy, muy importante.
Eso hago desde hace muchos años,
espero a mi esposa con un pimpollo,
un rico café y mil besos.
Mientras ella bebe su café,
le hago masajes en su cuello y pies,
conversamos de su día y del mío,
cenamos, y juntos nos vamos a descansar
para otro día de flores, besos y mimos,
charlas, café y amor, recolectar y atesorar.
©Miriam Santillán, Córdoba Argentina.
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