La tentación más grande,
el pecado más ruin,
el vicio placentero,
de una tarde sin fin.
Una manzana encantada,
mejillas sonrojadas
febriles de deseos,
un mordisco,
narcótico de anhelos,
antojos de saborear
el dulce fruto ajeno,
un manjar, solo de dioses,
que acrecientan el deseo.
Un apetitoso fruto clandestino,
rojo fuego,
enciende la lujuria
de dos cuerpos.
Un tercero espera en su casa,
la llegada del amor de su vida,
mientras él enciende la pasión
de otra, que la tenía dormida,
apagando sus llamas,
como olla a presión que hervía.
Un fruto prohibido,
ya no lo es,
grabo sus dientes,
tatuó sus manos,
bebió su néctar,
esparció sus labios
en su amor clandestino
una tarde de cachondez,
el deseo fue más fuerte
que la amistad de los tres.
©2020 Miriam Santillán,Córdoba Argentina
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